👋 Utilizar la práctica de la recuperación para mejorar en línea

Si alguna vez ha trabajado en una escuela, se dará cuenta de lo que pocos saben: las vacaciones de verano no existen. Sin embargo, tenemos esas preciosas ocho o diez semanas de tiempo libre de niños en junio, julio y principios de agosto (dependiendo de dónde vivas). Sin embargo, esos meses pueden tener un aspecto muy diferente según el punto en el que te encuentres en tu carrera y según si trabajas en la escuela de verano.
El verano siempre ha sido una de mis estaciones favoritas, no sólo por el clima y las vacaciones (¡hola, 4 de julio! ), sino también por el tiempo que me permite relajarme, sanar y reflexionar sobre el año académico anterior. Todos los veranos de mi vida profesional han sido especiales, y éste no es una excepción.
Entre la agitada agenda que tengo para mis hijos en el “Campamento de Papá” y estas otras obligaciones, quiero dedicar tiempo a mejorar mis habilidades de liderazgo en la enseñanza. La temporada baja es un momento ideal para aumentar la capacidad para el año que viene. Como preparación para este periodo, he enumerado seis actividades fundamentales (lo sé, estáis hartos de oír esa palabra) que me han ayudado a desarrollar durante la mayor parte de mis 11 años en la educación entre junio y septiembre:

🤤 Mejorar la práctica docente

Muchos profesores confían en una determinada técnica de gestión del aula. Les beneficia tanto a ellos como a sus alumnos porque fomenta el aprendizaje. Pero, ¿cómo puede haber un enfoque único para mejorar la enseñanza? ¿Es posible utilizar una única técnica para enseñar y aprender a todos los niveles y estilos? Sí, es posible.
En su artículo La estrategia de gestión del aula que siempre funciona, Dominique Smith aborda esta idea.
Cuando comienza un nuevo curso o semestre, los profesores y los alumnos sienten una curiosidad natural por el otro. Por ello, cada uno se plantea cómo será pasar tanto tiempo con el otro durante el próximo curso académico. Es un buen momento para empezar a formar el tipo de relaciones que son positivas, sinceras y centradas en los mismos objetivos de aprendizaje.
“Mi primer pensamiento cuando pienso en la gestión del aula y en las tácticas para crear una cultura de aula saludable son las relaciones”, dice Smith. “Como instructor, las relaciones son quizás la herramienta más eficaz para establecer las normas y expectativas del aula”.

🖤 Prácticas eficaces de mejora escolar: un marco para

En este capítulo se profundiza en algunas de las principales prácticas educativas analizadas en el capítulo 5 que, cuando se aplican de forma coherente y con alta calidad para los niños a medida que crecen, pueden apoyar su crecimiento y su aprendizaje temprano desde el nacimiento hasta los ocho años. La primera parte de la presentación es un esbozo de conceptos transversales para los métodos de instrucción y los planes de estudio, acompañados de ejemplos de prácticas educativas relacionadas con el trabajo con bebés y niños pequeños, el lenguaje y la alfabetización, las matemáticas, las ciencias y el desarrollo socioemocional. A continuación, hay secciones sobre el uso eficiente de la tecnología, la promoción del aprendizaje temprano para los estudiantes de dos idiomas, el apoyo a los niños con discapacidades y en riesgo de padecerlas, el compromiso con las familias y la realización de evaluaciones de los niños, entre otros temas.
Esta sección examina algunos de los principios generales para las prácticas de instrucción que pueden utilizarse en todos los ámbitos del desarrollo y las necesidades de aprendizaje, como las competencias generales de aprendizaje, el desarrollo socioemocional, el desarrollo cognitivo y la materia específica (como se ilustra en las secciones específicas que siguen). La gestión del entorno de aprendizaje, la enseñanza de la materia a través de las trayectorias de aprendizaje, los enfoques de intervención por niveles, la combinación de estrategias de instrucción, los enfoques interdisciplinarios de la instrucción y la garantía de

📜 Utilizar la práctica de la recuperación para mejorar el aprendizaje

Las actividades de evaluación y calificación en el aula tienen la capacidad de fomentar el aprendizaje, así como de cuantificarlo e informarlo. De hecho, investigaciones recientes han demostrado las ventajas de utilizar pruebas diagnósticas y formativas como aportación al aprendizaje de forma regular (Black, Harrison, Lee, Marshall y Wiliam, 2004). Los mejores profesores, al igual que los buenos entrenadores de atletismo, comprenden el valor de las evaluaciones continuas y los cambios por parte del profesor y del alumno para lograr resultados óptimos. A diferencia de las evaluaciones externas estandarizadas, tan frecuentes en el entorno educativo actual, las prácticas de evaluación y calificación en el aula bien diseñadas pueden proporcionar el tipo de información específica, personalizada y oportuna que se requiere para dirigir tanto el aprendizaje como la enseñanza.
Hay tres tipos de pruebas en el aula, cada una con su propia intención. Al final de un capítulo de instrucción, las pruebas sumativas resumen lo que los estudiantes han aprendido. Estas pruebas suelen ser evaluativas, y los profesores encapsulan y comunican los resultados de la evaluación en forma de puntuación o clasificación. Las pruebas, las tareas de éxito, los exámenes finales, los programas de culminación y los portafolios de trabajo son todos ejemplos de evaluaciones sumativas. Los alumnos y los padres prestan atención a las pruebas evaluativas porque los resultados suelen “contar” y aparecen en los boletines de notas y en los expedientes académicos. Las pruebas sumativas, en cambio, son recursos inadecuados para optimizar el aprendizaje por sí solas. Sencillamente, es demasiado tarde para saber cuánto han aprendido los alumnos al final de un tiempo de enseñanza.